Article in Galeria Metropolitana 1998-2004.
About the work of Galeria Metropolitana,
estructuras expositivas[1]
Esbozando una mirada hacia el soporte arquitectónico que habitualmente recibe a las obras de arte y que permite ser leído como hecho físico y programático, este artículo intenta una aproximación al edificio nombrado como Galería de Arte. La condición específica -ser Galería- es la que interesa revisar. Simplemente se quiere acceder su condición de lugar, desde la experiencia arquitectónica que emana a consecuencia de un hecho construido. Así, la mirada es sobre el lugar que habita el arte, entendiendo que existe producción artística que opera bajo el concepto de exhibición y que esta aun conserva su validez en la escena contemporánea.
La Galería como lugar expositivo y como toda obra de arquitectura puede ser catalogada de correcta o incorrecta, mala o buena, según le parezca definirla al observador critico, pero interesa analizarla por su relación con la obra de arte. No solo como el lugar de instalación, sino por las posibilidades de conceptualización y contextualización de ese lugar que emanan desde la misma obra y su significado.
Evidentemente, este lugar, que puede calificarse como “arquitectura del soporte” se configura y cualifica a partir de la obra que se instala y actúa en el. Ocurre desde el acto de fijar una tela hasta el montaje de una instalación y es erróneo negarlo. Así mismo, es menester decir que la obra de arquitectura -como hecho programático- no es forzosamente fija ni estática, para comprender que su condición física, y también conceptual, se altera a través de lo que sucede dentro de sus márgenes de acción. Si se considera la distorsión automática del tiempo[2] que estos lugares producen, con respecto de la obra y su producción, es factible pensar que el espacio arquitectónico sufre un proceso similar de dislocación por efecto de la obra de arte.
Entonces, es necesario hablar de lugares que ocupan un lugar capaz de ser descrito y de ser experimentado en términos físicos. De aquello que representa, en si mismo, la posibilidad de alteración de lugar por medio de los elementos que supuestamente solo se “acomodan” en él.
Bajo esos términos, es adecuado contraponer dos lugares que ostentan la condición de soporte para el arte, y que lo han sido para la producción artística nacional en los últimos años: Galería Animal y Galería Metropolitana.
Ambas paradigmáticas en su función de ser Galería, actuantes en la circulación del arte contemporáneo[3] chileno y por tanto parte del imaginario “galeristico” o museal. Es justo reconocer que los dos lugares mencionados provocan una mirada diferente, a través del filtro de la definición canónica de arquitectura, pero se intenta una revisión a su condición arquitectónica más propia. Un atisbo a esa extraña cualidad que equipara una construcción prefabricada de suburbio con una obra de arquitectura, proyectada y construida para ser Galería de Arte.
En una primera instancia, pareciera que nada iguala a una construcción –Metropolitana- de los márgenes urbanos resultados del desborde de la ciudad de Santiago por sobre las antiguas líneas férreas, con una población mayoritariamente en riesgo económico y un edificio –Animal[4]- pensado para actuar en un contexto definido claramente por su situación territorial, el sector oriente de la ciudad, y para un publico evidentemente mas pudiente e hipotéticamente mas instruido.
Indudablemente, son diferentes en todo término. Metropolitana es solo un galpón, sin proyecto de arquitectura, en el más clásico sentido formal que avale su ser arquitectura, mientras que Animal tiene detrás todas las buenas maneras que exige la práctica contemporánea y es, en si, un buen ejemplo de la arquitectura reciente. Su nivelación, en términos arquitectónicos, viene dada por esta condición de soporte, por su condición de ser “espacio” para el arte. Así, ambas son arquitectura, sin tener ninguna coincidencia formal o conceptual en su génesis proyectual.
Programáticamente coincidentes -el exponer- su mayor diferencia es establecida por este mismo estado y en ello radica su dislocación como arquitecturas de la exhibición. Metropolitana no existe independiente de la obra expuesta. Esta la constituye como obra de arquitectura y como soporte del arte. No puede justificar una existencia como posibilidad arquitectónica sin actuar como galería. El programa al que debe responder define radicalmente su condición de lugar. Sin obra, sin exhibición, sin propuesta u trabajo que la impregne, no pasa de ser un resultado físico de los sistemas industriales de producción. Un añadido al solar que habita. Pero, justamente, en eso reside su potencia última, es arquitectura a partir de su total subordinación a la obra/programa que la ocupa.
Metropolitana es solo un tinglado más del suburbio que la acoge, algo a escala doméstica, que se transforma por la acción de la obra emplazada en ella. A partir de ella se vuelve acontecimiento, tanto por la obra como por la señal que la nombra como galería. El neón que cubre su fachada es un símbolo catalizador, eminentemente arquitectónico, que no solo transforma ese espacio en soporte del arte sino que también convierte a la galería en obra de arquitectura. Al encenderse e indicar que ahora el espacio es evento, y la arquitectura contemporánea esta atravesada por ese hecho irrevocable, la galería se constituye en hecho arquitectónico.
William Thayer, filósofo, en un texto sobre el colectivo P/a[5], establece que este lugar siempre corre la amenaza de convertirse en otra cosa, en alusión a su relación con las condiciones económicas imperantes y a la circulación del arte chileno. Es posible pensar que Metropolitana es definitivamente también algo más en términos arquitectónicos, debido a su actuación como espacio para el arte que solo se constituye por la existencia del mismo arte.
Animal existe con prescindencia de la obra de Arte. No necesita justificar su existencia como obra de arquitectura por instalar algo en ella, pues tiene valor propio, con códigos y significados arquitecturales. No es reestructurada ni reconfigurada, como arquitectura, por la obra de arte que se exhibe en sus espacios. Sirve perfectamente de soporte a las distintas manifestaciones artísticas y a su discurso pero no es intrínsicamente definida por estas.
Con condiciones reconocidamente arquitectónicas, tanto en su programa, en su función, en su estructura, en su escala edilicia y arrastrando la carga cualificadora que deviene de la lectura de sus espacios, actúa correctamente dentro del rol que se le asigno. Desempeña su ser soporte y permite, incluso, la eficacia de obras que ha cuestionado su especialidad.[6] Animal podría usarse para otro tipo de situaciones y actuaría tan pulcramente como lo hace para el arte.
Esto no invalida a Animal como obra arquitectónica para la exhibición pero parece más sugestivo, como soporte, un espacio que permite su propia subordinación por efecto de lo que se instala en el. Un espacio que se reconfigura cada vez y que se embebe de la obra misma.
La reacción natural seria entender estos espacios, o lugares del soporte, como dispositivos arquitecturales, capaces de operar en conjunto con la obra de arte, provocando su acción y permitiendo su reconstrucción a partir de lo que acomodan. Si se piensa en la capacidad de transformación de la arquitectura, como ente físico y social, y se le asigna un valor esencial a esta condición mutable, se debe concluir que habría que fijar los esfuerzos no tanto en su formalización sino en la concepción misma del espacio propuesto.
Artculo originalmente preparado para el catalogo "Speak System” editado para la exposición homónima del colectivo de arte Caja Negra en Buenos Aires, Argentina en 2002.
[2] Price, Cedric. “Re:CP” Interview with Cedric Price by Hans Ulrich Obrist. Birkhauser Publishers for Architecture. Switzerland, 2003. Pág. 63.
[3] Thayer, William. “El Espejo de la Circulación” en Ejercicio nº 2, catalogo de la Exposición del Colectivo P/a en Galería Metropolitana. Septiembre, 2001. Santiago, Chile.
[5] Thayer, William. Op.Cit.
No comments:
Post a Comment