Articulo escrito para la exhibicion "Backyard" en The Americas Society Gallery, New York.
01
Intentar escribir sobre dos sucesos de gran impacto histórico y emocional parece un acto de fe -en especial desde una mirada fijada en la arquitectura- debido que ambos reflejan la destrucción de obras arquitectónicas, y que delinearon en su respectivo momento, incertidumbres para la disciplina misma. Ambos eventos pusieron en tensión, a punta de estrategias y tácticas de destrucción, todas las categorías que constituyen a la arquitectura en términos canónicos; desde la política a la ética y desde los valores técnicos a los simbólicos.
El quiebre de la institucionalidad democrática de Chile; hecho carne en el casi quirúrgico bombardeo del Edificio de la Moneda, sede del poder político del país, y el ataque al sistema económico imperante; personalizado en el horriblemente certero ataque a las Twin Towers, que terminó con su mediatizada caída implosiva, son eventos en los cuales no se pueden eludir sus implicancias, mucho mas complejas que el solo hecho de representar actos contra obras de arquitectura. La intención no es descontextualizar estos eventos, fracturadores y traumáticos, de sus necesarios referentes socio-políticos, económicos y culturales. Cualquiera que intente escribir sobre ellos se verá indefectiblemente influido y acorralado por su presencia. Incluso, se podría decir que es necesario que ello ocurra. Solo se pretende, muy someramente y quizás torpemente, hablar desde la significación que estos sucesos tienen por ser acciones contra edificios, contra obras de arquitectura (y por ende, contra la ciudad) que han tenido la capacidad de representar un estado, un momento, dentro del devenir de las urbes y que, como tales, provocan este texto.
Singularmente, la Moneda, como edifico icónico del poder político chileno y las Twin Towers y el WTC, como representaciones del poder económico, se encuentran no solo ligadas por ser blanco de ataques de destrucción, sino que también por corresponder a obras arquitectónicas que se ajustaban perfectamente a la imagen que los ataques buscaban destruir. Ambos ataques consiguen, con pavorosa eficiencia, en sus escalas locales y globales, alterar de manera significativa el estado de conciencia sobre un momento determinado de la historia.
Los edificios del poder político y del poder económico, son derribados para establecer, de manera trágica, una imagen del mundo, que para ser eficiente, debe alterar, en un gesto supremo, la memoria colectiva e instaurar una nueva forma de orden. Estas destrucciones tienen como objetivo primario generar un punto de doble significación. Por un lado, buscan instaurar el necesario colapso destructor, sin considerar las consecuencias y pérdidas, y al mismo tiempo, instaurar en las bases de ese colapso la esperanza de un nuevo orden. Basta recordar las destrucciones de monumentos históricos, llevadas a cabo tanto por fundamentalistas como por libertadores, que al hacer desaparecer la imagen del pasado, intentan establecer una nueva construcción de la memoria, a toda escala y nivel.
El edificio de la Moneda debía ser bombardeado, incluso si el presidente en ejercicio deponía su cargo, debido a que tenía que establecerse una imagen que se grabara profundamente en el colectivo, demostrando que el régimen autocrático se fundaría, mediante el exterminio, sobre un territorio nuevo y puro. La destrucción del icono permitía su reconstrucción en otro tipo de clave simbólica.
Las Twin Towers debían ser destruidas por representar, para los autores de tal destrucción, otro acto de conquista del capitalismo, que en su existencia, demostraban la inmensa y eficiente capacidad del dinero para lograr objetivos cada vez más desafiantes y espectaculares. La desaparición de uno de los símbolos arquitectónicos de la economía de mercado intentaba señalar, terriblemente, la existencia de otras y muy distintas perspectivas.
02
La Moneda, que en sus inicios fue también edificio del poder económico (acuñadora del dinero del país), con su arquitectura sobria y pausada, simbolizaba y simboliza -en especial desde que sus puertas fueron nuevamente abiertas al público transeúnte- la institucionalidad democrática de Chile. El poder legislativo buscó representarse en una arquitectura sólida hasta la medula, que estableciera sin lugar a dudas, la imagen de un ideario democrático y que desde su posición jerárquica dentro de la ciudad de Santiago, dirigiera los destinos de la nación.
Su ataque, mediante bombarderos Hawker-Hunter el día 11 de Septiembre de 1973, cerca del mediodía, apuntaba a desestabilizar justamente esa imagen. La destrucción llevada a cabo, dejo el edificio en su cáscara, con sus caras públicas erectas y humeantes, para así actuar directamente sobre el colectivo de triunfadores y sobrevivientes.
Paradójicamente, la misma dictadura necesito recomponerla, como imagen-icono, para validar su ideario político-institucional ante ese mismo colectivo y para auto-validar su propia imagen de democracia.
Las Twin Towers, representaban la máxima capacidad del poder económico, instituyéndose en ellas una metáfora de la capacidad de construir un imposible. Su gran esbeltez estructural, su limpieza ornamental, expresa en una especie de forma plena, edificada, el contexto (y los anhelos) de una sociedad. Estos edificios clones buscaban perfilarse, en la descollante New York, como la obra que situaba y proponía un nuevo paisaje para la isla. Ese ideario, establecido en la construcción de un lugar, es lo que destruyen los dos aviones Boeing 767-200 de las líneas aéreas American y United, a las 8:45 a.m. aproximadamente.
03
La reconstrucción de ambos proyectos tiene un cariz distinto. Las Twin Towers y el WTC se transformaron de inmediato en un lugar de peregrinación, incluso el emplazamiento tomó un nombre terriblemente evocador “Ground Zero”. Con una plataforma proyectada y construida para tal fin por arquitectos, las multitudes nacionales e internacionales se agolparon para ver el vacío, que indicaba tanto un final como un comienzo. Zona cero que, cumpliendo las profecías apocalípticas de Baudillard sobre New York, marcaba significativamente toda la potencia de la destrucción, evidenciando en ella, en ese acto de demolición, tanto el horror como la fascinación por las ensoñaciones contenidas en el mismo vacío. Esas evocaciones, alentadas por el valor patriótico, que supone demostrar la capacidad de reparación y saneamiento, hacen surgir propuestas y proyectos, memoriales y edificios, haces de luz y actos de recogimiento. Todos ellos en búsqueda de la inocencia perdida por el ataque y destrucción de los iconos neoyorquinos, todos validos pero sospechosamente auspiciosos en su ser símbolos de una ciudad, de un país, de una nación.
La Moneda, en cambio, quedo abandonada, como símbolo del poder derrocado, por años. Su reconstrucción solo se hizo efectiva en años posteriores, “inaugurándose” el 11 de marzo de 1981. Incluso solo este año (2003) se reabrirá uno de sus accesos más simbólicos para la tradición republicana chilena, la puerta de la calle Morandé. Esta diferencia es clave para entender las diferencias sustanciales en la reconstrucción de ambos edificios. La sede del poder ejecutivo chileno se destruye para derrocar un gobierno democrático, en pos de un supuesto nuevo orden institucional, dejándolo abandonado para demostrar fehacientemente el poder de fuego del régimen (el cual se apodera de otro edifico emblemático, la sede para la UNTAC, renombrada como Diego Portales), queriendo marcar con este abandono el alejamiento de las malas y añejas practicas políticas de la República y al mismo tiempo dejar al edificio actuar como pavoroso icono. A unos señala los nuevos tiempos y a otros amenaza y acongoja con sus ennegrecidos muros.
Quizás, y finalmente, la destrucción del WTC tuvo mucho más de operación quirúrgica que el ataque a la Moneda. Esta última resistió para quedar quemada, violada, desolada y finalmente abandonada por largo tiempo para luego transformarse, en su mismo ser arquitectura, en la escenografía de validación del gobierno de facto. Recuperándose de ese estigma sólo con la llegada de un nuevo presidente, elegido democráticamente.
Las Twin Towers cayeron y desaparecieron, en forma violenta y dolorosamente aséptica, no quedando más que postales e imágenes, que como reflejos y ensoñaciones, aparecen en antiguas películas, en las cuales siempre existe la posibilidad de apagar el televisor y hacer desaparecer la memoria.
BACKYARD: A newspaper* dated and distributed on September 11th, which is the thirtieth anniversary of Chile's coup d'état, and two years after the events of 9/11 in New York City. Combining an assortment of texts and hypothetical advertisements that range from the intimate and anecdotal to the historical and political, the newspaper Backyard is a one-time publication edited by MuroSur. All texts included were translated from the Spanish to the English by Trudy Balch. The newspaper includes new contributions by artists, historians, journalists, and architects: Fernando Blanco, Gregorio Brugnoli, María Eugenia Horvith, Rafael Gumucio, Andrea Insunza and Juan Manuel Vial.
No comments:
Post a Comment